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La transformación digital y una ciberseguridad que nos proteja y ayude

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Los seres humanos lo somos porque algunos ancestros mutaron hacia esta especie que podía comunicarse mucho más eficientemente que otros homínidos. Probablemente en aquel momento, hace unos 300 000 años, nuestra especie eclosionó siendo capaz de emitir y “procesar” sonidos que codificaban mucho más que una señal de peligro o de amor. Hablando y oyendo se podía trasmitir también saberes. Hoy diríamos que existimos gracias a esto que sería la versión 0 de la revolución informática de los humanos.

Podría afirmarse que el siguiente paso fue el de la escritura, mucho después. Debió ocurrir hace solo unos 6 000 años. Entonces, aprendimos y usamos técnicas para que los saberes se pudieran preservar registrados en algún soporte durable y trasmitirse a otros congéneres, incluso a aquéllos que ni siquiera existían cuando se escribieron. Podría ser la revolución informática 1.0 de la historia humana.

Hace unos trece siglos se inventó en China la impresión sobre papel. Esto permitió que los saberes escritos se reprodujeran y llegaran a muchos congéneres. La llamaríamos como la revolución informática 2.0, que demoró siglos en extenderse a todo el mundo.

La utilización de la electricidad trajo hace siglo y medio otra gran transformación, pues con ella y las tecnologías de sus modulaciones se pudo registrar y trasmitir lo escrito, y hasta las imágenes. La revolución informática 3.0 habría eclosionado durante toda la primera mitad del siglo XX con una sucesión de invenciones que empezaron antes con el telégrafo eléctrico y se sellaron con la televisión.

Descubrimientos de unos años antes dieron lugar a lo que sería la revolución informática 4.0 a mediados del pasado siglo XX. Aprendimos entonces a reducir cualquier información a combinaciones de algo tan simple como como un “bit” o pareja de sí y no, o de 0 y 1. Así, todo saber se podía reducir y procesar como combinaciones de “dígitos” y se convertía entonces en digital. Las posibilidades se hacían enormes porque ya existía mucha tecnología electrónica que la podía procesar simplemente activando o no una carga eléctrica, o un polo magnético, o cualquier hecho por pequeño o grande que fuera siempre que se diferenciara de su ausencia.